A medida que avanzamos hacia la Era de Acuario, hemos comenzado a reconocer la oración como una forma directa de comunicación con lo divino. Es el arte de establecer y fomentar una relación con lo desconocido. Ayuda al individuo a alinearse con el Infinito.
En la Era de Acuario, la oración no es una súplica desesperada de ayuda de algún poder externo a ti, sino la clarificación de la intención y el propósito a medida que proyectamos y creamos desde lo más interno, en alineación con lo divino. Existen diferencias clave entre la oración tal como se conocía en la Era de Piscis y la oración en la Era de Acuario.
“El secreto de la oración reside en intentar quedar completamente absorto en lo más recóndito del alma”. -Vinoba Bhave
En la era de Piscis, la oración era a menudo una petición para que alguien o algo superior entrara. La cosmovisión implicaba que Dios está separado de ti y, a menudo, iba acompañada del miedo a lo desconocido. La oración se asociaba con el ritual y la religión, en lugar de nacer de la espontaneidad y el amor en acción.
En la vejez, la oración se dirigía hacia el resultado deseado; en otras palabras, oraríamos por un fin específico. La oración a menudo provenía de la cabeza y de lo que pensábamos que era mejor para nosotros, no del corazón. La oración a menudo estaba motivada por la desesperación o la inseguridad, iba de adentro hacia afuera y se dirigía a una fuente externa. Era como si estuviéramos rogando o pidiendo algo a una deidad lejana.
A medida que avanzamos hacia la Era de Acuario, hemos comenzado a reconocer la oración como una forma directa de comunicación con lo divino.
Es el arte de establecer y fomentar una relación con lo desconocido. Ayuda al individuo a alinearse con el Infinito.
En la Era de Acuario utilizamos la oración para acceder a lo desconocido. Reconocemos la unidad inherente del Infinito y el yo. El deseo no es lograr algún resultado particular, sino no tener deseos; la oración proviene así de la atemporalidad y la ausencia de espacio del corazón.
Dentro de este paradigma está el conocimiento de que Dios no está ni fuera ni dentro de mí, sino que Dios soy yo. La oración no es sólo una acción; es una actitud. No hay separación entre el yo y el infinito, y como expresión pura del corazón, la oración es la sintonía consciente con este desconocido. La oración abre el corazón al Infinito, y la Palabra, hablada o no, mueve el Universo.
¡Así que invoca lo desconocido! Inclina la cabeza y ora desde el corazón. La oración está más allá del tiempo y el espacio, es un llamado al yo superior y una petición de que el Infinito se presente para lo finito. Orar es invocarse a uno mismo para ser uno mismo.
Oración:
Señor, ora por mi para que sea tan infinito como tú. Hazme tan grande, brillante, generoso y hermoso como tu. Oh señor, dame el poder del amor para servir. Déjame saber para servir, deja que mi toque sane, que mi vista cree milagros. Que donde yo exista y pase, no haya nada más que la danza iluminada de su gracia.
Bendiciones,
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